Debate
Libre 30-septiembre-2013
Europa
tiene una deuda de gratitud con Estados Unidos. Cuando los
totalitarismos atacaron la vida y la libertad de sus ciudadanos su
generoso esfuerzo contribuyó, decisivamente, a sostener y culminar
la lucha de Europa para reemprender el camino de la libertad. Este
compromiso con Europa y el destino de sus pueblos continuaría
después impulsando su desarrollo económico y asociando sus
esfuerzos a la defensa común de la paz y la libertad.
Las
bases militares de Estados Unidos han sido parte de ese esfuerzo
común y, precisamente por ello, es esencial que su organización
preserve su sentido respetando la legislación laboral de los países
en los que se instala y siendo un vector para el crecimiento
económico de las poblaciones en las que se asientan sus
instalaciones.
Es
esto lo que ha sucedido durante mucho tiempo y lo que todos deseamos
que siga sucediendo.
Lamentablemente
los hechos demuestran que el modelo de instalación militar de EEUU
está cambiando sin que haya existido un debate previo, una
definición compartida. En la base de Morón, por ejemplo, un
incontestable aumento de la carga de trabajo se ha visto acompañado
por el despido de buena parte de sus trabajadores. El Gobierno de USA
anunció en su página web la intención de prescindir de 144
trabajadores antes 30 de septiembre de 2014, además de eliminar tres
departamentos con otros 70 trabajadores para el contrato que comienza
en octubre de 2014, sin exponer razón económica alguna. Hubieran
tenido muy difícil hacerlo: cómo pueden sobrar trabajadores cuando
las horas extras han crecido un 30% y se está incrementando el uso
de la base. Los trabajadores despedidos están siendo sustituidos por
estadounidenses (80 por ahora) que, sin permiso de residencia, viven
en nuestro país sin pagar impuestos ni seguridad social.
Debemos
exponer ante nuestros aliados que el modelo de base militar debe
basarse en un acuerdo de colaboración, del que todas las partes
deben beneficiarse, muy particularmente las comunidades que viven
junto a las bases y padecen los inconvenientes que su presencia puede
ocasionar.
En
primer lugar debería garantizarse que los trabajadores europeos que
prestan sus servicios en instalaciones militares norteamericanas o de
la OTAN ubicadas en Europa gocen de los mismos derechos
fundamentales, incluidos los laborales, que les reconocen sus
legislaciones nacionales.
En
segundo lugar debemos asegurar que los acuerdos suscritos entre
países europeos con EEUU o en el seno de la OTAN para la utilización
o instalación de complejos militares en territorio europeo respeten
los derechos fundamentales, también los laborales, de los
trabajadores europeos que presten servicios en los mismos.
Como
abogado, y como político, recomiendo que cuando existen dificultades
para interpretar una norma o desarrollar un acuerdo centremos
nuestros esfuerzos en recordar su “sentido” primordial: cuál era
el problema social que se pretendía resolver, cuál era el pacto
originario. En el caso de las bases ese sentido fundacional era una
política de defensa compartida, desde luego; pero también un
compromiso con el desarrollo de los territorios en los que esas bases
se instalaban. Esos son los fundamentos centrales de estas políticas,
son los que debemos preservar si no queremos convertir en islotes
aislados de la sociedad las bases estadounidenses.
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